jueves, 30 de octubre de 2014

Secuelas del desorden omitido

Que confusión divina e insolente me perturba. No me pertenecés. No sos el único.
Tengo dos corazones que se disputan el imperio de mi esqueleto y una boca que deambula sola, cansada  de la distancia y del pecado.
No quiero olvidarte y sin embargo, que ganas de abandonarte en el pasado me amarran a tu cama. Siempre fue igual con vos, me entregás sin darme nada. Y ahora él, que me da sin entregarme. Sé que no querés saberlo y te comprendo, yo también me despojo de algunos de mis sentidos cuando estamos juntos para esconder lo que no quiero sentir. Actuamos una libertad que no creemos.
No sólo por la crudeza de la carne en llamas seguimos enlazados, algo de egoísmo y cobardía nos iguala. No puedo avanzar si tus brazos siguen siendo mi cintura.
Hay alguien más parado frente a mí. Hay alguien más que tiene los pasos detenidos por otro.
Y así estamos: todos esperando, todos deseando, todos fingiendo porque la sinceridad está afilada. No queremos herirnos pero obramos como sicarios, matandonos en silencio.
Y así somos: todos ansiamos otra boca  pero adoramos la que tenemos. Sabemos que el amor tiene infinitas ramas; confiamos en el amor y en sus miles de veces; lo físico del amor puede resultar  fiel pero los pensamientos permanecen hambrientos y en su voracidad nace la confusión, lo correcto y lo obsceno.
Hace tiempo perdí la inocencia de creer en tus cuentos. Conozco todo lo que me ocultás pero sigo en el juego. Aún con la certeza de que la retórica de tus palabras es una estrategia para encadenarme elijo quedarme.
Me ves sumisa y distante, pero no te confundas, que en el disfraz del abrazo llano estoy pisando tus talones, que cuando beso tu cuello mido el ancho de tu espalda. No te fíes, que cuanto más seguro te sentís de tenerme más se aleja el horizonte.
Alguien se está acercando demasiado. Alguien está sembrando en tus tierras.
Mi alma comienza a dividirse.
No te sientas soberano. A veces la derrota es el efecto sombrío de una confusión divina e insolente.


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